miércoles, 16 de diciembre de 2015
La consultora tecnológica malagueña Kibo triplica su plantilla y estudia abrir su tercera oficina
ESPAÑA .- Manuel Linares le puso el nombre Kibo a su empresa, allá por 2007, porque el dominio no estaba ocupado y porque significa "esperanza" en japonés. Ocho años después, esa esperanza no solo se ha convertido en una realidad sino que está siendo un proyecto de éxito que ha obtenido numerosos premios empresariales y que en los dos últimos ejercicios ha triplicado su plantilla y está aumentado su facturación de forma casi exponencial.
Kibo es una consultoría tecnológica con tres líneas de negocio. Por una parte hacen proyectos de base tecnológica a medida para empresas nacionales e internacionales. En segundo lugar tienen una incubadora a través de la cual participan en startups aportando recursos en lugar de dinero y, en estos momentos, ya están presentes en 15 compañías incipientes. Además, tienen una fundación para desarrollar aplicaciones, software y sistemas para mejorar la calidad de vida de las personas que sufren algún tipo de discapacidad.
El creador de Kibo es Manuel Linares, un joven que se lanzó al mundo empresarial con solo 21 años. "Mi padre es un programador conocido y en casa solía tener siete u ocho ordenadores, por lo que siempre he estado muy unido a la tecnología pero no me había dado cuenta de que esa vocación podía terminar en la creación de una empresa", explica.
Empezó a estudiar Ingeniería Informática, pero lo dejó porque no le gustaban las matemáticas. Al tener amplios conocimientos informáticos entró a trabajar como desarrollador web en una inmobiliaria de Marbella y a los pocos meses le nombraron director de marketing. Tenía 20 años y la plantilla de esa compañía estaba formada por 175 personas. El sector de la construcción se fue a pique y en 2007 decidió dar el salto y crear Kibo.
"Empecé solo con la que entonces era mi pareja haciendo páginas web y era el hombre orquesta", señala. El primer gran hito se produjo en 2010, cuando comenzaron a desarrollar aplicaciones financieras y entraron en el sector de los micropréstamos, que iniciaba su expansión. "Nosotros montamos el primer sistema de software de una empresa de micropréstamos en España y eso hizo que nos llamaran más compañías del sector y nos dio liquidez para aumentar más el equipo", indica. Junto al tema financiero, Kibo desarrolló una aplicación para ayudar a niños autistas llamada Ablah que, entre otras cosas, fue reconocida como la mejor aplicación de 2010 por la Fundación Vodafone y fue elegida la tercera mejor aplicación de salud en español para tablets.
Ablah les dio nombre en su segmento, pero la popularidad le vino de la mano de Google en 2012 porque fue la primera empresa española seleccionada para hacer aplicaciones para las gafas de Google. "Conocí a un programador de Google en San Francisco, vieron lo que hacíamos, nos llamaron y tuvo mucha repercusión", afirma Linares. Las Google Glass, al final, no han tenido el impacto comercial que esperaba el gigante norteamericano porque, según el empresario malagueño, "no resolvían un problema social común sino cosas más especializadas, costaban 1.500 euros e incomodaban a la gente porque no sabían si alguien con las gafas les estaba grabando o algo". Este experto le ve más recorrido a los relojes inteligentes, aunque aún tienen mucho camino por delante.
Una de sus fortalezas ha sido desarrollar proyectos propios, que ahora suman una quincena. Han impulsado una red social de artes marciales que ya tiene 180.000 usuarios registrados, una plataforma de educación on line, un comparador financiero o una agenda interactiva de eventos. Entre sus últimas iniciativas está una red social, que se llama Míranos, que permite realizar un seguimiento completo a través de la nube de las terapias y tratamientos que tienen niños que requieren una atención especial en los colegios, sus viviendas, los médicos, etcétera para que todo esté coordinado. También han colaborado en un proyecto francés en el que se envían fotografías o vídeos a través del teléfono móvil y se puede oler su contenido con un dispensador. Por ejemplo, si le envían una fotografía de un helado de vainilla, el dispensador, que saldrá al mercado en 2016 con un precio de 150 euros, emite un olor a vainilla. Linares señala que están analizando qué aplicaciones se pueden desarrollar.
En 2007 estaba solo. En 2011 eran 11 personas y ahora son 35 trabajadores -el último es un publicista que entrará mañana lunes-. Han triplicado la plantilla y en 2016 se plantean seguir aumentándola. "Si todo sale como quiero no descarto llegar hasta el medio centenar de trabajadores", dice Linares. El 85% son programadores, aunque también hay especialistas en diseño o publicidad. En estos dos últimos años ha duplicado la facturación y prevé cerrar 2015 con un millón de euros y alcanzar los 1,5 millones en 2016. La sede central está en Marbella, tienen oficina en Madrid y Linares se marca como reto para el próximo año abrir otra en Barcelona.
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