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martes, 31 de octubre de 2017

El empresario y escritor Javier Cantera presentó su libro ‘El síndrome Homer Simpson y otros perfiles psicológicos en la empresa’


  • Uno de los perfiles que más se dan en el trabajo es el del « desmotivado falto de compromiso »


ESPAÑA.- Javier Cantera, presidente del Grupo Blc y la Fundación Personas y Empresas, estrenó hace unos días en el Casino de la ciudad española de Palencia su libro ‘El síndrome Homer Simpson y otros perfiles psicológicos en la empresa’. Cuando uno lee a Cantera, se da cuenta de que estamos rodeados de personas con rasgos psíquicos calcados a los que se definen en su libro, y si hay uno que abunda en España, ese es el de Homer Simpson. Y es que no hace falta ser gordo, calvo y amarillo para tener el síndrome de este famosísimo personaje televiso.

¿El ‘enfermo’ de Síndrome de Homer Simpson es el incompetente vago de toda la vida?

–No. Es ese tío que es muy astuto y listo, pero se escaquea. Parece que Homer es poco listo, pero es lo suficientemente inteligente para escaquearse adecuadamente. Cumple en el trabajo, aunque no está identificado con él. Lo que más destaco de este tipo de perfil es la falta de compromiso. Además, existe un problema por parte de la empresa, que no sabe hacer que su trabajador se comprometa. Si trabajásemos en la empresa de Homer, o nos convertimos en sindicalistas o en escaqueados. El comportamiento de Homer se puede explicar por la forma que le tratan sus jefes tóxicos.

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Pagar la nómina a trabajadores con ese perfil es tirar el dinero para una empresa. ¿Tiene cura el síndrome de Homer Simpson o solo se puede tratar desde la cola del paro?

–Creo que tiene cura y es una gran responsabilidad de los directivos y empresarios encontrarla. No todo el mundo puede tener un nivel de compromiso alto, pero cuando alguien tiene una conducta de escaqueo, lo interesante es que el superior se pregunte qué está haciendo él para que esa persona se comporte así. El empresario no tiene que ser una madre superiora que vele por mantener a los empleados en su congregación, pese a que ellos no quieran estar. Primero, el empresario se debe preguntar las razones que han llevado a la gente a no estar comprometida. Puede ser por el diseño de su puesto, por sus condiciones de trabajo o porque una persona esté quemada por todo el historial que ha tenido anteriormente. Hay que plantarse, dar la cara, hablar con ellos e intentar que vuelvan a estar comprometidos.

Los personajes de Los Simpsons dan para todo un decálogo de perfiles psicológicos en la empresa. ¿El pelota tendría el síndrome de Waylon Smithers y el jefe tóxico, el de Montgomery Burns?

–No he querido hablar solo de una serie porque corríamos el riesgo de que nos demandaran. Las series rezuman experiencia, ‘idealtipos’ que se dan en la realidad. Tanto el pelota como el jefe tóxico están muy bien retratados en Los Simpsons. En todas las elocuciones del jefe tóxico siempre aparece el ‘yo’, lo que le convierte en un jefe ‘yoico’, claramente tóxico en sí mismo. Por otro lado, en todos los episodios se ve que ser pelota es muy desgarrador, porque al final nunca eres la persona considerada por tu jefe. Pero el que mejor representa la realidad es Homer Simpson porque hay mucha gente en este país que se escaquea del trabajo, y no solo de horas. El escaqueo mental es el que más preocupa ahora que la mayoría somos trabajadores del conocimiento. No hay tantos jefes tóxicos ni muchos pelotas en la realidad, pero las empresas españolas están llenas de aprendices de Homer Simpson.

¿Hay más Homer Simpsons en la administración pública o en la empresa privada?

–Tengo el problema de ser psicólogo y me paso el día observando. El otro día me senté a observar en un centro de administración pública y vi muchos ‘Homer Simpson’. Llegué a ver incluso a personas que estaban jugando con el móvil en su trabajo mientras les esperaba gente, pero vuelvo a decir que mucha culpa la tiene la estructura organizativa y los jefes. Hay que saber ser líder y tener a tu gente posicionada en el nivel de compromiso que puedan tener, y eso hay que hacerlo tanto en la administración pública como en la empresa privada.

El Mago More dividió los perfiles profesionales en Incas, Mayas, Aztecas y Arapahoes. ¿Por qué el español tiene fuera de nuestras fronteras fama de ser ‘poco inca’?

–Creo que no es esa la fama que tenemos. Tenemos una peor: la de que improvisamos demasiado y planificamos poco el trabajo. Siempre recordaré cuando estaba trabajando en una multinacional y, un mes antes de una reunión en Bruselas, me llamó un colega alemán para preguntarme cómo estaba trabajando la presentación de un proyecto. Lo hice en el avión mientras iba para allá. ¿Por qué? Porque soy español y eso va con nosotros. Nos sale muy bien, porque sabemos hacerlo y eso es lo que está pasando con Cataluña. La gente de fuera alucina de cómo se está generando esto sin que hubiese unos sistemas para impedirlo. Pero yo les tengo que explicar lo que es España. Aquí no planificamos, y esa es la gran diferencia que tenemos con el resto de europeos. Lo veo cada día en las empresas que tengo aquí y las que tengo fuera. No es que seamos más vagos, es que trabajamos de forma muy anárquica. El modelo anglosajón de comerte un sandwich de pepinillos delante del ordenador en 20 minutos no va con nuestras raíces, pero no es operativo que nos vayamos dos horas y media a comer. No somos vagos, porque luego nos podemos quedar varias horas trabajando, pero tenemos una forma de actuar muy latina, basada en la improvisación.

¿Qué porcentaje de la productividad tiene que ver con la predisposición al trabajo?

–Hay dos formas de medir la productividad: en número de horas y en resultados conseguidos. Los españoles hacemos más horas que un tonto, pero, aunque está entrando el denominado ‘smart working’ en las empresas, aún seguimos enfrascados en la teoría del presencialismo. Esto puede venir dado por nuestra matriz religiosa. Los protestantes, por ejemplo, tienen que justificar su vida dando resultados. Sin embargo, en la católica lo importante es ir a misa.

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Confucio decía aquello de ‘dedícate a lo que te apasiona y no trabajarás jamás’. ¿Sin pasión no nos queda otra que trabajar?

–Tenemos que intentar que nuestra pasión sea nuestro trabajo. Lo importante es encontrar el ‘ikigai’ del que hablan los japoneses, ese propósito en la vida que mezcla lo que sabes hacer, lo que la sociedad demanda y lo que te pueden pagar por ello. Cuando esas cuatro esferas de la vida confluyen, tienes tu pasión, tu razón por vivir. La gente cree que la pasión debe estar en el ocio y eso es un error máximo. Por ejemplo, si no tienes pasión por ser trabajador de la administración pública, sucede que te vas a encontrar con la tasa más alta de estrés en el trabajo. La gente piensa que un funcionario no puede estar estresado, pero muchos tienen estrés porque su vida de trabajo está muy alejada de un nivel alto de realización. Aunar la pasión y el trabajo te permite no tener estrés porque disfrutas de la vida.

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