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domingo, 20 de marzo de 2016

Sharp hizo el primer teléfono con cámara y ahora quiere resurgir de sus cenizas




ASIA.- Sharp Era una empresa que estaba en todas partes. En la década de los 80 hacía calculadoras, televisiones, equipos de música y hasta ordenadores. Commodore, la empresa que popularizó los juegos de ordenador, era suya. Tenía una especie de mini tabletas en las que se podía jugar a juegos muy rudimentarios pero que hace 30 años eran casi de ciencia-ficción. El primer teléfono móvil con una cámara fotográfica lo hizo Sharp.

Ahora, queda muy poco de aquel gigante. Sharp va a ser rescatada por apenas 5.900 millones de dólares (5.350 millones de euros) por Foxconn, la empresa taiwanesa que parece destinada a manufacturar todo lo que lleva una pantalla. Eso si Foxconn no se acaba echando para atrás, después de haber descubierto en el último momento los casi 3.000 millones de euros de potenciales riesgos financieros que los directivos Sharp tenían debajo de la alfombra.Sharp era uno de los estandartes de la invasión económica japonesa de los años 80. Hoy, sin embargo, a nadie que tenga menos de 40 años le dicen mucho las palabras Sony, Matsushita, Toshiba o Hitachi. Ni, por supuesto, tampoco les suena Sharp.

Décadas de pérdidas, de apuestas tecnológicas equivocadas y de escándalos contables son algunos de los acontecimientos más llamativos que han producido esos titanes que hace un cuarto de siglo se estaban comiendo el mundo. Medida de estímuloLo más paradójico es que, en este tiempo, Japón lo ha intentado todo. Ha llevado a cabo relajaciones cuantitativas e intervenciones no esterilizadas en el mercado de divisas, lo que en la práctica aumenta la masa monetaria, así como infinitos planes de estímulo fiscal. Pero no ha funcionado.

La pregunta es por qué.Tal vez la clave la tengan los gigantes tecnológicos. De nada sirven esas intervenciones si el tejido productivo de un país no se regenera, si las empresas no admiten que no es eficiente vender a la vez reproductores de música y seguros médicos (como Matsushita, que ahora se llama Panasonic, y también de Hitachi), o, directamente, seguros de vida (Sony).O si el entramado de participaciones cruzadas entre empresas y bancos se convierte en una superestructura que no se mueve ni con dinamita y que, además, hace lo que sea para mantener fuera del país a inversores extranjeros, que pueden hacer preguntas incómodas.

Unas preguntas de las qué puede salir el potencial agujero de Sharp, o el todavía más gigantesco de Toshiba, que le llevó a perder 4.000 millones el año pasado. Ahora, en Europa, estamos depositando todas nuestras esperanzas en el BCE y en su cada vez más agresiva política monetaria. Pero el banco central no puede hacerlo todo. Uno mira a España y ve cómo la maraña de participaciones cruzadas, de «núcleos duros» y de «accionistas de referencia» sigue inamovible tras la crisis. Supermario Draghi no pude con todo. Ni siquiera aunque Supermario sea un personaje de una de las pocas empresas japonesas de electrónica de consumo que ha sobrevivido en una posición de liderazgo: Nintendo.

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