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miércoles, 13 de enero de 2016

Según el consejero delegado de Calvo, Mané Calvo García-Benavides, abrirse al mercado latinoamericano les ha supuesto redescubrir el potencial de la compañía y su marca




ESPAÑA .- El control sobre todas las fases del proceso, desde la pesca hasta el envasado, es una de las características del Grupo Calvo, que fundó su abuelo Luis Calvo Sanz en 1940 y que en 2015 celebró su 75 aniversario. 

Hoy la compañía está en 70 países, principalmente en Latinoamérica y Europa, cuenta con más de 4.500 empleados y tres marcas propias: Calvo, Nostromo para Italia y Gomes da Costa para Brasil. Además, tiene una flota de 11 buques y seis plantas de producción y envasado entre España, El Salvador y Brasil. En su opinión, los barcos son "la parte con más encanto de la empresa, pero también la que más retos supone en términos de eficiencia y costes".

Pese a la complejidad del negocio, el grupo ha sabido surcar con éxito la recesión y en los últimos ocho años ha duplicado su facturación. El viento a favor durante la crisis se explica, según el ejecutivo, por ser un producto de alimentación básico. Esto permitió que, en 2014, aumentara sus ventas un 7,4% respecto al año anterior, hasta los 765 millones de euros; lo que está muy lejos de los 342 millones de 2006. El pasado ejercicio, por primera vez, la compañía superó las 100.000 toneladas de volumen de venta de producto terminado, lo que supuso un incremento del 6,2% respecto a 2013.

La previsión para este es igualmente buena. "En 2015, el grupo habrá crecido entre el 7% y el 8%. En cambio, el beneficio, que también ha aumentado, va a depender del tipo de cambio y del precio del atún, pero estimamos que vaya en la misma línea que el año pasado", apunta.

Los mares de Calvo

Europa, en concreto España e Italia, son sus mercados más tradicionales, pero el protagonismo del continente americano es cada vez mayor y ya representa el 60% de la facturación de la compañía, gracias a su presencia en Brasil y Argentina y, en menor medida, en Uruguay, Paraguay, Bolivia, Costa Rica, Colombia, México y Estados Unidos. Su generación, que es la tercera de la familia, ha consolidado la apuesta por el exterior que su padre y tíos iniciaron en los 80, con una pequeña planta de transformación en Guanta (Venezuela).

Lo que más valora el consejero delegado es que abrirse al mercado latinoamericano ha supuesto redescubrir el potencial de la compañía y su marca. "En España, Calvo está muy identificada con el atún, pero al llegar a Centroamérica nos dimos cuenta de que no estábamos tan encorsetados.

Después de un par de estudios de mercado, vimos que para el consumidor somos una marca de confianza, de modernidad, saludable y no nos reconocen solo por el atún y las sardinas, sino que podemos vender cualquier cosa. Esto es una gran oportunidad y ha supuesto que nuestro objetivo sea convertirnos en una empresa global de alimentación. Es un camino largo y no será fácil, pero la compañía está virando en esa dirección.

Aunque la parte de atún seguirá siendo importante, porque hoy por hoy es lo que nos da de comer, creemos que el camino que hemos aprendido fuera es el futuro. Esto permitirá que la empresa crezca tanto orgánicamente como inorgánicamente con productos que, en algún caso, no tengan que ver con el atún", explica.


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